viernes, 10 de agosto de 2012

MOTIVADOS POR EL DEPORTE

A los que nos gusta el deporte, los Juegos Olímpicos de Londres 2012, nos están dejando grandes momentos y muchas historias detrás de sus deportistas; hoy os vamos a mostrar las de tres medallistas que tuvieron dificultades en su infancia y cómo las superaron gracias al deporte.

Comenzamos por el nadador de moda, MICHAEL PHELPS, empezó a nadar porque era la actividad que más le ayudaba a focalizar su atención. El pequeño Phelps tenía trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH), un desorden del comportamiento que afecta a entre un 2 y un 5% de los jóvenes.
«Su hijo nunca llegará a concentrarse en algo», le dijo la maestra de Michael a su madre, Deborah Phelps, cuando era un chaval. Aquel niño que corría, saltaba y no podía leer más de dos párrafos sin perder la concentración es hoy el atleta con más medallas en la historia de los Juegos Olímpicos

   ¿Pero qué puede nos puede enseñar su TDAH?
Según un artículo de
The Guardian sobre él, de pequeño era capaz de aguantar cuatro horas sentado para esperar a competir en la piscina. Lo milagroso era que un deporte como la natación, dado a largas sesiones de entrenamiento y singularmente monótono en comparación con otros deportes, consiguiera sacarlo de su dispersión.


Pero no tenemos que irnos tan lejos para encontrarnos otro ejemplo a imitar; es el de una nadadora española, MIREIA BELMONTE que ha dejado de ser la eterna promesa de la natación española para entrar en la historia de los Juegos Olímpicos con sus dos platas, en los  200 m. mariposa y en los 800 libres.


Todo empezó cuando a los cuatro años le detectaron una escoliosis y a sus padres le recomendaron que tenía que nadar para corregir la desviación de su columna. Desde ese momento comenzó a forjarse la historia de un pez llamado Mireia.
Tampoco tuvo que ser fácil descubrir que era alérgica al cloro y asmática. No pasaba nada: muchos otros grandes han tenido que combatir en esto del deporte a golpe de inhalador -por poner un par de ejemplos, los grandes ciclistas Perico Delgado y Miguel Induráin-.


 

              Otro de nuestros medallistas olímpicos es JAVIER GÓMEZ NOYA , el triatleta también tiene una historia detrás de superación y esfuerzo. A los 16 años En los albores de algo grande, con una determinación máxima por conseguir logros importantes, Gómez Noya recibió el mayor palo de su floreciente carrera, en una concentración con la selección se le detectó una anomalía cardíaca y tras la que le retiraron la licencia nacional por motivos de salud. Ahí comenzó a desarrollar la capacidad de lucha, esfuerzo y sufrimiento de la que ahora presume, entrenando al máximo a pesar de no poder participar en carreras, buscando cualquier resquicio legal para competir, lo que le permitió proclamarse campeón junior de duatlón y triatlón sub23.


Tres años estuvo sin participar en pruebas internacionales oficiales cuando por fin, en noviembre de 2003, recuperó la licencia. Tres semanas después, se proclamaba campeón del Mundo sub23 en Nueva Zelanda.
Encorajinado y crecido por su triunfo, Gómez Noya incrementó su programa diario. Tres sesiones al día, llegando pronto a la piscina para nadar 4 ó kilómetros, 2 horas de bici, comer, siesta y 15 ó 20 kilómetros de carrera continua. En total, 25 kilómetros en agua, 400 en bicicleta y 100 corriendo era el recorrido de Gómez Noya en una semana de entrenamientos. Los frutos no tardaron en llegar, aunque otra vez el Consejo Superior de Deportes pidió la retirada de su licencia, lo que le impidió acudir a Atenas’04 y al campeonato del Mundo un año después, pero en 2006, todo volvió a la normalidad y el triatleta renacido de sus cenizas, una vez más, desafío a la naturaleza a base de títulos.
              En Londres,  tras haber sido ya campeón del mundo absoluto, logró la plata en el triatlón olímpico, la primera medalla española en esta modalidad. A todo latir, Noya llegó segundo tras Alistair, el mayor de los hermano Brownlee, y por delante del pequeño, de Jonathan. El triatlón es bestial. Necesita mucho corazón. El de Noya.

              Pero en el fondo solamente se trata de que cada cual encuentre su motivación. Cada persona puede ser un genio, pero debe encontrar la materia en la que puede destacar. El mismo Einstein, probablemente el científico más conocido de la historia, fue un pésimo estudiante. Salvador Dalí fue expulsado de su colegio. De Mozart se escribió que era extremadamente impulsivo. El mayor inventor de la historia, Thomas Alba Edison, era el último de su clase. Todos hubieran sido diagnosticados como niños con TDAH hoy en día, pero afortunadamente alguien les dió una oportunidad. Tal vez por ello alguno de ellos nos dejó pistas sobre cómo debemos tratar a los niños:

“Si juzgas a un pez por escalar un árbol, toda su vida creerá que es estúpido”. Albert Einstein.
Mostrémosle el ejemplo de Phelps, de Belmonte o de Gómez Noya a nuestros alumnos e hijos. O de Einstein, o de Lincoln, o de Dalí, o de Mozart, o de Edison, o de Allan Poe. Esos pueden ser sus referentes, y también los nuestros.




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